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Foto del escritorBelen Salinas Medici

#1. Mi ser interior en rebeldía contra el sistema

Actualizado: 23 jul 2022


Desde que nací, ya en mi carta natal estaba destinada a ser una anti-sistema con algunos problemas para seguir una autoridad y una luchadora por la justicia.


No recuerdo mucho de mi infancia pero por mi foto presiento que era una niña feliz, curiosa, amorosa, única y que con los años el sistema ha querido tallarla de una manera idéntica a los demás.



A eso me resistí desde mi adolescencia y en actos de rebeldía ante aquella autoridad que yo llamaba “padre” me vi envuelta en situaciones límites donde no me importaba nada, donde hacía lo que quería a veces por ingenuidad y otras tantas, por completa ignorancia y pagaba un alto precio por esa pseudo libertad: el daño que me hacía a mi misma.

Alcohol, drogas, cigarrillos y la gratificación de sentir que estaba siendo quién quería ser y no quien me habían impuesto: una alumna ejemplar y disciplinada que no saldría de noche hasta los 21 años.


No fue hasta los 21 años que me autodiscipliné y tal vez un poco antes cuando a los 18 años mi familia me mandó a un centro de drogadictos y alcohólicos anónimos a hacer terapia por primera vez para rehabilitarme de las drogas. Sabía muy bien que lo mío no era un caso tan grave y que podía realmente salir sola pero no me quedó otra que ceder.

Me di de alta yo misma al año y medio, diciéndole a mi psicóloga (la cual insistía en que hablara de mi pasado) que ya estaba bien y no la necesitaba más. Que ya no me interesaba drogarme, que quería concentrarme en estudiar y terminar mi carrera y que no tenía ni la más mínima gana de ahondar en mi pasado. Le di las gracias y me fui con mi alta bajo el brazo.


Con casi 20 años, me centré en mis carreras ya que se me dio por estudiar dos carreras al mismo tiempo: Diseño de imagen y sonido en la Universidad de Palermo y Licenciatura en diseño multimedia en la Facultad de Bellas Artes de la UNLP. Ésta última abrió mi interés hacia la política ya que creía que tal vez el sistema podría mejorarse “desde adentro” pero me equivocaba y cómo. No pasó ni un año que vi con claridad cómo los partidos políticos se vendían entre ellos para poder llegar a conseguir algo y dije “por acá no es.” La militancia no era lo mio.


Retomando a los 21 años, mientras vivía un poco en Castelar, aún en casa de mi madre, un poco en Palermo estudiando y un poco en La Plata, en casa de mi novio de aquella época (y estudiando también), recuerdo que un día de frío polar en todo el país, vi en la TV la noticia de que las vacas se estaban muriendo congeladas en los campos. Y mi madre, súper sensible, lloraba al ver las imágenes y yo, amante de los animales, me sentía muy triste pero no sé si tanto con la situación sino conmigo misma. Por primera vez sentí una profunda incoherencia en mí que me movía todo el piso. Tenía mi vocecita interna que me preguntaba ¿Por qué te angustia verlas morir, si de todas maneras se van a morir para llegar a tu plato? Me cansé de ver películas documentales sobre el consumo de animales, entre las cuales estaba "Earthlings" y aquí fue cuando decidí nunca más volver a comerlos. Fue muy duro toparme con esa realidad, esa incongruencia interna que no me permitía vivir cegada y tenía la necesidad de gritar a todos: ¡Estamos haciendo una masacre! ¡Abran los ojos por favor!



Y aquí comenzó mi etapa de activismo por los derechos de los animales. Intensa por unos años, pasó desde grafittear las carnicerías de La Plata por la noche con stenciles que decían “carne es muerte”, pelearme con ambientalistas por no ser veganos, hasta cocinar empanadas veganas con carne vegetal y hacer degustaciones en el obelisco para demostrarle a las personas que la empanada salteña (típica empanada de carne picada) vegetal existe y sin necesidad de matar a ningún animal, ir a las radios a hablar de veganismo, a recitales a hablar de la matanza de ballenas y delfines, ir a la puerta del Jardín Japonés a decirles lo incoherente que son comercializando a sus peces sacándolos de su hábitat natural para encerrarlos en su jardín artificial como mera exhibición y ofrecer a otros como comida en el sushi.



Me moví tanto que la vida me terminó llevando a un recital de hardcore donde los músicos gritaban a favor de los animales y en contra del sistema. ¿Qué más da? Aquí empezó mi viaje turista al mundo stright edge.


Hago un break en mi storytelling para publicar el blog #2 de ésta época épica y continúo “Mi ser interior despierta” en el post #3.

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