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Foto del escritorBelen Salinas Medici

#3. Mi ser interior despierta (?)

Actualizado: 23 jul 2022

Mi viaje a India (Parte I)


Desistí al mundo de promover el “hacer el menor daño posible a los demás y a nosotros mismos” cuando me di cuenta que la gente no cambia a menos que quiera, cuando me di cuenta que el esfuerzo de unos pocos por querer cambiar el mundo no resulta en nada si no existe tal voluntad de cada persona en querer hacer el cambio en sus propias vidas. Emprendí un nuevo viaje interno en donde comencé a preguntarme entonces si lo que hacía era suficiente. Me preguntaba ¿Por qué aún intentando hacer el menor daño posible a los demás, no puedo ser feliz? ¿Por qué hay tanto sufrimiento en el mundo? ¿Por qué yo sigo sufriendo? ¿Por qué a las personas buenas les pasan cosas malas? ¿Por qué nací aquí en Argentina y no en otro país? ¿Por qué en esta familia y no en otra más pobre o más rica? ¿De qué depende ese destino? Y aquí empecé a escuchar más sobre el Karma. Y muchas de éstas preguntas se estaban empezando a contestar. Claro, la ley del karma se basa en la ley de causa y efecto: lo que te pasa es el resultado de lo que haces o lo que haz hecho en esta vida o en vidas pasadas. De esta manera podía apaciguar a mi mente juiciosa que quería encarcelar a los carniceros, creyendo que según la ley del karma, probablemente sean ellos mismos quienes luego reencarnen con cuerpo de vaca para ser mutilados de la misma manera. Y así mi cabecita creativa creó un sinfín de historias para tranquilizarse.

Durante dos años estuve muy comprometida con la práctica del Bhakti yoga, con los alegres “Hare Krishna”, predicando en las calles, bailando con túnicas largas, comiendo prasadam (comida ofrecida a Dios) en el suelo, repartiendo libros y estudiando las enseñanzas básicas de los vedas, textos sagrados más antiguos de India. Realmente tenía total convicción de que ese era el camino a la felicidad, la paz mental y la liberación del sufrimiento.



Decidí dejar todo e irme a vivir a India a estudiar y seguir aprendiendo con los grandes maestros. Y lo hice. Compré mi boleto de avión y viajé a Mayapur, una aldea ubicada en las orillas del río Ganges,en su confluencia con el río Jalangi, en el estado de Bengala Occidental, a 130 km de Calcuta. Mayapur es un lugar sagrado para los seguidores del Vaishnavismo Gaudía, corriente que adora al Señor Caitanya Mahaprabu y que cree que éste (nacido en Mayapur) fue la última reencarnación del Señor Krishna.


Salí de Ezeiza el 11 de Noviembre del 2015 y me despedí para nunca volver. El día 12 de Noviembre pasé por Sudáfrica, llegando al día siguiente al aeropuerto de Nueva Delhi en medio de un caos de hindúes.

Desde el momento en que pisé India, sentí que estaba viviendo en otra realidad totalmente diferente. Si bien durante los dos años anteriores me había estado preparando para esto, mis hábitos, mis costumbres, mi lenguaje, mi personalidad, mi forma de pensar, de actuar, de hablar, de vestir, definitivamente eran totalmente distintas a la realidad que vivía en Argentina. Había tenido literal, una reprogramación. Me tomaría un libro entero hablar de mi vida en India por lo que seré sintética en este post.



Los primero días fueron increíbles, estaba feliz aunque no conocía nadie. Me anoté para hacer un curso de música devocional, aprendí a liderar kirtans, tocar armonio, mridanga y kártalas y conecté con mis primeras nuevas amigas y con el que luego sería mi esposo (Si!, me casé, ya luego retomaré en detalle). Mi rutina era bastante estricta ya que me levantaba a las 3 am para bañarme, hacer mis meditaciones, ir al templo, asistir a las clases. Luego desayunaba a las 9 am aproximadamente y comenzaba mi servicio, al mediodía almorzaba y tenía mis clases y sino hacía más servicio, lo cual era ayudar o colaborar con algo en particular.



El servicio podía ser pagado o voluntario y básicamente iba desde limpiar un piso, un baño, o cocinar hasta armar decorados de flores, diseñar y hacer videos. En mi caso, como tenía la especialización en audiovisual y no había muchas personas dentro de la congregación que hicieran ese trabajo, tuve el privilegio de poder trabajar de eso. Primero en el goshala, un refugio donde duermen las vacas. Aquí ayudé a diseñar y a veces me escapaba a cepillarlas y pasar tiempo con ellas. Me gustaba mucho pero los días de lluvia, el olor a caca era insoportable, se inundaba todo y no era raro pegarse un resbalón y terminar en el suelo lleno de barro y caca de vaca. Tengo dos recuerdos muy fuertes en esos 2 meses que estuve en el goshala. Uno es cuando una vaca empezó a correr hacia mi apuntándome con sus cuernos y yo me quedé paralizada. Cerré los ojos y pedí por favor que no me hiciera nada.Y la vaca frenó frente a mi. Y se fue caminando. Casi me muero de un paro cardíaco.


El otro fue cuando una vaca estaba muriendo. En India se cree que las vacas, como son animales sagrados, se liberan en esta vida cuando mueren y mucho más si eso ocurre en una tierra sagrada como Mayapur. Una gran amiga, Taruni, que se dedicaba a cuidar de las vacas y curarlas, me había pedido por favor que acompañe a ésta vaca adulta que estaba dejando su cuerpo. En esos momentos, es bueno cantarles y darles amor para que sus almas se puedan ir en paz y felicidad pese al dolor físico. Así que yo no lo dudé, entré a verla y me senté con ella. Le canté y la cepillé, le di todo el amor que más pude, la abracé sabiendo que podía ser la última vez y unas horas después se fue. Esa conexión cercana con la muerte fue increíble y no fue la única.


El 2 de Junio del 2016 viajo urgente de regreso a Argentina porque mi padre estaba muy mal. Algo bastante repentino, una serie de sucesos que ocurrieron de golpe y la vida quiso llevárselo justo en el mismo momento en que yo pisaba el aeropuerto en Ezeiza. Mi hermana me lo informa por teléfono y no pude contener mis lágrimas, mi desesperación por no haber podido llegar a tiempo. El empleado del aeropuerto preguntándome que si necesitaba algo, y yo con mi luna en capricornio, emocionalmente contenida por mi misma desde mi nacimiento, diciéndole que nada pasa y metiéndome más adentro de mi propio dolor. Me tomo un taxi hasta casa de mi mamá y salen mis hermanas y nos abrazamos (algo que difícilmente pasaba en mi familia). Me dicen que está en el velorio que podemos ir a verlo así que vamos. Y claro que la primera vez que lo veo, me pongo muy mal, lloro mucho, pero también me armo de valor para seguir con mis rituales que consideraba en ese momento podían ayudar a liberar su alma. Había llevado agua del Ganges, aceites remanentes de una deidad que lo protegería, y una guirnalda de flores también remanente que pedí que por favor no se la quitaran cuando lo cremaran (no se si eso habrá pasado o no porque uno pierde autoridad una vez que paga el pack del velorio). También me llevé un grabador que cantaba el Maha mantra y un libro del cual creo que le leí algo. Nunca les pregunté, pero mis hermanas habrán pensando que yo estaba loca. Cierto o no, era la manera en que sentía que lo estaba ayudando y nunca dejé de agradecerle la vida y todo lo que me dio que no había tenido la chance de decírcelo. Terminé de hacer todo lo que tenía que hacer y me puse a verlo más de cerca y me di cuenta de que mi padre ya no estaba allí. De que aquello que veía era materia sin vida, que la chispa de consciencia ya no estaba.


Según los vedas, las almas se quedan cerca del cuerpo por un tiempo que es relativo ya que depende del nivel de apego que tiene la persona con el mundo material. Pero sufren cuando no aceptan su muerte y por eso quedan atrapados como fantasmas en el mundo material con los mismos deseos que nosotros sólo que sin un cuerpo mediante el cual concretarlos. Lo cierto es que mi padre ya no estaba allí y sabiendo que mi madre había hecho su gran trabajo de redimirlo de toda carga antes de morir y que mis hermanas me habían dicho que lo habían visto irse como con una sonrisa y en mucha paz, entonces estaba segura de que él ya se había ido a otro lugar. Me despedí con mucho dolor pero mucha tranquilidad de que estaría en alguna otra parte de este universo infinito.

La muerte es parte de la vida y en India se celebra, no se oculta ni en coches ni en cocheras. En India la muerte se ve en todas partes y luego de volver, un mes después, no faltaron situaciones donde la muerte volvería a aparecer.


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